Querida Alba:

Te escribo de nuevo desde la trinchera y el umbral que me protegen de sendas translúcidas en las que imagino de nuevo un camino aparte de nuestra desdichada solución. Creo que es el resplandor del amanecer quien me habla recordándote entre mis sábanas, puras de amor y de unión. Asé que ya no vivo yo la vida, que habito en una prisión sin rejas ni llave, sino en un corazón encerrado, soy un pájaro que busca un árbol donde No existan las despedidas, pero tus plumas ya volaron demasiado. Nos esperaba una etapa que tuvimos que afrontar por separado, no quiero ni pensar en si de verdad una madre no se cansa nunca de esperar, ojalá que no, que no se condene. He decidido que voy a empezar a amar con locura sin ya pensar en mí. Estoy seguro de que no nos faltó un parís en nuestra calle, Tu quisiste decir que si a entregar la vida por amor. Y yo te prometo regar un ciprés eterno que algún día nos guarde de su sombra a los dos. Pero, ahora, y otra vez, todo arde.